Huyendo de las lecciones

Nefertari había estado muy ajetreada esa mañana. Había atendido a varios senadores romanos y a un par de embajadores de oriente. Pero la mañana por fin llegaba a su fin. Sólo tenía que despedir al último embajador y podría descansar.

“exacto” afirmó la reina con contundencia. “eso es justo lo que le dije yo al César y la verdad es que el conflicto se solucionó. Pero yo creo que las cuestiones económicas de…” empezó a explicar cuando una figura femenina cruzó los jardines con un ‘disimulo’ muy particular.

El embajador se sorprendió casi tanto como la joven reina quien, excusándose educadamente, dio por finalizada la conversación hasta la mañana siguiente.

El embajador se retiró un poco atónito pero pensó que quizás era algo importante.

Nefertari se acercó a su hermana por la espalda con sigilo y una vez tras ella se inclinó hacia delante.

“creí que tenías clase.”Dijo cruzando los brazos sobre el pecho. “Y siéntate bien.” Ordenó. “Qué pensaría alguien si viera a la princesa vagueando todo el día y tirada por los suelos como si fuera la hija de un panadero o de un pescador. Debes comportarte. ¡Y mírame cuando te hablo! No vuelvas a hacer esto nunca más. ¿Qué pasaría si a mi me ocurriera algo? Serías tu quien debería encargarse de todo y por eso debes estar preparada. ¡Y deja al gato en paz!” dijo Nefertari.
No acostumbraba a perder los nervios de este modo pero quizás por el estrés de esos últimos días estaba más irascible.

De pronto apareció el profesor de su hermana.

“¡Esa niña es una irresponsable! Una sinvergüenza! Una…” empezó a decir el maestro mucho más enfadado que Nefertari.
“¿Qué? ¿Como se atreve?” dijo la reina frunciendo el ceño. “Le recuerdo que esta usted hablando de mi hermana. Sólo yo puedo llamarla irresponsable y sinvergüenza. Esto es una ofensa contra la corona del alto y bajo Egipto. ¿Qué se ha creído? Le sugiero que aprenda a enseñar. No debería despistarse y debería tener más mano dura y…” dijo gritando la joven soberana que estaba casi fuera de sí.
“¿Cuántas horas al día son sus clases?” preguntó de nuevo con su tranquilidad de siempre.

“seis y media, como usted dijo…” dijo el maestro con un hilo de voz.

“Bien. Puede irse. A partir de ahora yo le daré cuatro horas y usted cuatro más. ¿Entendido?” anunció Nefertari clavando su mirada en el maestro.

Una vez se hubo retirado el maestro Nefertari se volvió a centrar en su hermana.
“Aún no sabes todo lo que debes saber” dijo en un latín perfecto.

Sabía que el latín no era el punto fuerte de su hermana, quería hacerle ver que no sabía tanto como creía.

“Mira, si quieres convertirte en una inculta que avergüenza a su país, eres libre de ello. Pero si quieres sentirte orgullosa de ti misma entonces estudia. Haremos una cosa. En lugar de seis horas y media, el profesor te dará clase durante sólo cuatro. Pero no te dará ninguna lengua. Si quieres aprender idiomas, deberás acudir a mi, que encantada te daré clase del idioma que prefieras. Me parece un trato justo. Y sabes que nuestra tía no tiene nada que ver.” Dijo Nefertari.

La joven reina suspiró. Se le habían pasado por completo las ganas de discutir. Se giró dispuesta a irse.

“Si quieres algo, estaré en el salón de celebraciones.” Dijo por encima de su hombro.

Se dirigió hacia el palacio y una vez dentro no tardó ni diez segundos en escuchar unos pasos cortos detrás de ella.

Nefertari siguió andando, sin contestar al comentario de su hermana. Entraron en la sala de celebraciones, que ahora estaba absolutamente vacía y se sentó en el trono. Le indicó a su hermana con un gesto que tomara asiento.

“Eso es algo que no debe preocuparte.” Dijo como si hablaran del tiempo.
“Sabes que valoro mucho la opinión de nuestra tía, pero no es ella quien se sienta aquí” dijo refiriéndose al trono.
“Tu matrimonio es algo en lo que no debe meterse. Y haré que le quede bien claro. Aunque… con una condición.” Dijo mirando a su hermana con una mirada algo triunfal.

“Si logras mantener una conversación fluida en latín al final de este año, le prohibiré a nuestra tía que se meta donde no la llaman. Pero… si no, daré la orden de que su voluntad se cumpla como si fuera la del propio Ra. Este trato, obviamente, no es discutible ni negociable. O lo tomas o lo dejas.” Concluyó clavando sus ojos en su hermana ((¬¬)).

En ese momento, una sirvienta entró en la sala y sin decir nada, con la cabeza baja en señal de respeto, le entregó una carta a la reina. Nefertari la leyó y miró de nuevo a su hermana haciéndole entender que esa carta tenía algo que ver con lo que estaban hablando.

“Es más, yo misma elegiré a dedo un nombre de esta lista que me envía nuestra tía… ¿El tal Ahkmet no era ese bajito de unos cincuenta años?” preguntó mirando con curiosidad la lista.

Sabía que su hermana aceptaría el trato y todo saldría a pedir de boca: su hermana se casaría con quien quisiera y además sabría latín, que ya era algo.

Nefertari suspiró.
-Quien iba a decir que fuera tan complicado que estudiara latín.-pensó la chica.
“En ese caso, nadie va a mover ficha” dijo como si hablaran del senet ((nota: juego “Parecido” a las damas muy popular en el Egipto antiguo)) “hasta dentro de un año. Si entonces hablas latín con fluidez, tendrás libertad par hacer lo que te plazca, si no… oh mira, Seti, el borracho, también está en la lista” dijo divertida.

“A propósito, he pensado en invitar a la mujer del emperador romano a que venga unos días a palacio. He oído que es una gran aficionada a la lectura, y ningún sitio mejor que la biblioteca de Alejandría para impresionarla ¿no crees?” preguntó sin esperar respuesta.

“Además, tener buena relación con los romanos es lo mejor que podemos hacer ahora mismo. Las tensiones políticas van aumentando y deberíamos relajar un poco el ambiente. También pensé en invitar al Emperador griego, pero eso será más adelante.” informó Nefertari.

De pronto se levantó, acababa de recordar que el capitán de la guardia la esperaba para sus prácticas de tiro con arco.
“Acompañame” le ordenó a su hermana mientras salía de la sala. “A mi, al contrario que a ti, no me gusta nada escaquearme de mis tareas. Luego no digas que no predico con el ejemplo.

Nada más salir de la sala se encontraron con varias criadas que esperaban a la reina.
“Mañana debe de recibir a sus primos de Karnak, mi señora.” Dijo una algo tímida.

“El médico real dice que sus clases deberán ser postpuestas hasta la semana que viene, su madre está muy débil y ha ido a…” empezó a explicar otra a quien la reina le hizo una señal con la mano conforme lo entendía y no necesitaba más explicación.

Nefertari continuaba andando mientras las otras criadas revoloteaban alrededor tratando de ser las primeras en decir lo que les mandaban para demostrar su diligencia y conseguir un gesto positivo de la reina.
“El embajador se ha ido y ha dicho que mañana volverá para continuar la conversación.” Dijo otra casi tropezando con otra.
“El banquete de pasado mañana ya está listo”

“La profesora de equitación de Hatneferet dice que ésta no se ha presentado a sus tres últimas clases” dijo una mirando a Hatneferet.

Nefertari miró de nuevo a su hermana con el ceño fruncido, en señal de que eso le traería algún castigo.
Una vez todas las criadas se hubieron ido de su alrededor, Nefertari prosiguió con la conversación.
“Creía que me habías dicho que las clases de equitación de gustaban mucho… ahora entiendo por que…” dijo algo severa la reina.

“Te lo prometo” dijo Nefertari. “Siempre y cuando cumplas tu parte del trato” dijo remarcándolo.

Cuando le dio la escusa de que se había quedado dormida, la reina la miró arqueando suavemente una ceja.
“Llevo dieciséis años aguantándote… ¿ de verdad crees que me puedes engañar tan fácilmente?” preguntó riéndose de la cara de su hermana.

“¿En las cuadras o en los jardines?” preguntó refiriéndose al lugar donde había estado durante sus clases.
Por fin llegaron al exterior y se dirigieron al trozo de jardín dedicado al tiro con arco.
“Siento llegar tarde.” Le dijo al capitán.

“Había empezado a preocuparme, acostumbra a ser muy puntual” dijo el militar.
Nefertari adivinó lo que el soldado pensaba en esos momentos y clavando su mirada en los ojos de éste sonrió.
“No lo parecemos en ciertas cosas, pero en otras somos más parecidas de lo que crees. “dijo con su sonrisa burlona.
El capitán de la guardia parpadeó perplejo, era como si le acabaran de leer la mente.
“¿co-como ha..?” balbuceó el militar

Nefertari se limitó a coger el arco y a ponerse en posición.
“Cuando quieras” dijo refiriéndose a su blanco.

El capitán abrió una caja de donde salió disparada una liebre que habían traído expresamente desde Hispania. El animal empezó a correr a gran velocidad dando saltos en zig-zag. Nefertari tensó el arco y disparó la flecha. Cayó a unos centímetros del animal, que corrió desesperadamente hacia el otro lado. Nefertari volvió a disparar, dándole de lleno esta vez.

“Bien, excelente, si sigue así tendré que contratarla para formar parte de la guardia real” bromeó el capitán

Nefertari puso los ojos en blanco ante las escusas de su hermano. No pudo evitar sonreír.
“Siempre tienes excusas para todo…”dijo riendo.

De pronto un destello le reveló más de lo que a su hermana le hubiera gustado. Nefertari era experta en descifrar los pensamientos de la gente.
Arqueó una ceja y clavo su mirada, esa que tenía cuando descifraba las pequeñas pistas para descubrir los pensamientos.

“Es caza.” Dijo mirándola de reojo mientras se preparaba para lanzar la flecha. Volvió a apuntar a la diana, que ahora se encontraba más lejos. Disparó y le dio en el centro.
“Dime Hatneferet, ¿qué es lo que has hecho, que no quieres que sepa?”dijo deduciendo de su sonrisa medio disimulada.

“Debía de ser algo que hiciste… mientras dormías y no asistías a clase, ¿no?” dijo sonriendo, sin apartar la mirada de su hermana.
“Quizás alguna excursión interesante… o puede que otra vez te hayas gastado más de lo debido en compras mientras te saltabas las clases…” dijo dándole vueltas.

La verdad es que no le importaba demasiado lo que hiciera, pero le encantaba ver a su hermana poniéndose nerviosa y tratando de mentir desastrosamente mal.

El capitán rió por lo bajo y Nefertari volvió la cabeza hacia él.
“No te rías o hablaremos de lo que hiciste tu el día que debías acompañarme a Alejandría” dijo la reina con voz autoritaria.
La sonrisa del capitán desapareció y fue enseguida a atender a otro guardia, que lo reclamaba para solucionar unos problemas con los nuevos guardias.

Nefertari negó con la cabeza y puso los ojos en blanco al darse cuenta de la infantil burla de su hermana.
Cuando ella preguntó por el asunto del capitán Nefertari le lanzó una mirada algo burlona.
“Claro, siempre y cuando yo pueda contarle a tu profesor de filosofía lo que sé que haces en sus clases” contestó la reina.

“Muy bonita” comentó sobre la pulsera sin prestarle demasiada atención.
“la próxima vez cómprale algo al profesor… más que nada como recuerdo de tu excursión en horario de clases…”dijo tratando de ser seria.
A veces le costaba mucho reñir a su hermana, era demasiado infantil a veces como para enfadarse con ella por algo serio.
“Deberías tomarte las cosas menos a broma Hatneferet…” aconsejó la joven mientras un criado colocaba una diana algo más lejos.

“Y no critiques algo como la caza… el hombre contra la naturaleza… porque si hablamos de cosas horribles yo podría contestarte que me parece horrible que teniendo la oportunidad de tener una educación en áreas tan variadas como la medicina, la astronomía y la poesía griega, decidieras irte a comprar o a escaquearte por diversión de tus tareas” dijo Nefertari.

Cogió otra flecha y volvió a apuntar. Se concentró y tensó la cuerda del arco. Se hizo un pequeño silencio hasta que finalmente disparó. Volvió a dar en el blanco.
Le encantaba el tiro con arco. Era una de sus pasiones, le permitía salir por unos instantes de su ajetreado mundo y divertirse.