“No te preocupes, pronto lo aprenderás.” Dijo tratando de que estuviera menos nerviosa.
Podía imaginarse como se sentía, sin conocer nada ni a nadie.
La reina estaba algo cansada, había sido un día largo. Bostezó, tapándose la boca antes, y acto seguido se puso en pie.
“Puedes irte a dormir si quieres” dijo sentándose en su cama.
Nefertari se dio cuenta de que no le había enseñado su habitación. Como estaba cansada pensó en decirle a una criada que se la enseñara, pero le hacía ilusión enseñársela ella misma. Se puso en pie, animada, y salió de la habitación, no sin antes hacerle una seña para que la siguiera.
“Voy a enseñarte tu habitación” dijo por el camino.
La habitación de su ayuda de cámara estaba cerca de la suya, así que no tardaron en llegar.
Nefertari abrió una puerta y le mostró la sala.
Era una habitación acogedora, no muy grande, pero con muchos más lujos de los que mucha gente tendría.
Tenía una cama en un lado, un pequeño tocador con boles con agua limpia, una librería con libros de la antigua propietaria de la habitación, algunas alfombras esparcidas por el suelo, una pequeña mesa en el centro y un pequeño rincón para jugar al senet.
Era una habitación muy iluminada, pero a esas horas tan solo la luz de la luna traspasaba las cortinas de lino. La reina le había pedido a una criada que pusiera en la habitación el tablero ya que creyó que le haría ilusión a la joven sacerdotisa.
“Si necesitas cualquier cosa no dudes en decírmelo” dijo Nefertari.”¡Oh! los libros se los llevaran mañana, aunque si quieres algún libro podemos ir a la biblioteca dentro de un par de semanas” dijo la reina.
“Que duermas bien Siobhane” dijo cerrando la puerta para dejarla en su nueva habitación.
Volvió hacia su habitación y se tumbó en la cama enseguida. Estaba muy cansada, mañana sería un nuevo día.
Pensó en la joven antes de dormirse, en las nuevas oportunidades que, esperaba, le había brindado la suerte.