No hay vuelta atrás

Nikoplos abrió la puerta de su casa, y contemplo la calle, el sol le abrasaba los ojos y la suave brisa le rozaba como cientos de espinas. Pero estaba de una pieza. De repente como un rayo cegador una idea cruzo su conciencia:
- Estos son mis primeros pasos como Mirmidón -
Una sonrisa se dibujo en su cara, y casi comenzó a reír. De repente todos sus males parecían ser un poco menores y se sintió aliviado, incluso su cuerpo parecía mas liviano.
Nikoplos camino sin rumbo fijo por la callejuelas de la ciudad, miraba como los estibadores cargaban mercancías en el puerto, como los niños jugueteaban en las calles y las madres hacían la compra. En los foros los nobles discutían como antaño, y una legión de carretas salía de los almacenes como una fila de hormigas atareadas.
Paso por las calles escuchando a los trovadores, y recordó las gestas que escucho de pequeño. Como los grandes reyes de antaño luchaban contra fieras de la Asia, t como los enamorados bajaban al hades para recuperar a sus amores perdidos, pagando al barquero, luchando contra sabuesos infernales y escapando a las miradas de las gorgonas. Por un instante Nikoplos recordó al niño que jugaba por las calles de Atenas con la espada de madera en mano, al que perseguía sin descanso una Camidla un poco mas joven, y al que vigilaba un carpintero mucho mas apuesto.
Y de pronto, como surgida por arte de magia vio a Camidla, su madre, pero esta no era fruto de su imaginación, era de verdad. Se jiro y lo miro de hito en hito. Estaba frente a una de las tiendas del bazar, comprando algún comestible o ánforas de cerámica.
Dejo todo lo que tenia entre manos y se dirigió hacia su hijo.

Camidla “Nikoplos, hijo mío ¿ya te encuentras mejor? No deverias estar caminando por aquí, tu padre esta muy enfadado, y no quisiera que te viese ahora, aun tengo que hablar con el, el no lo entiende y tengo que…”
Nikoplos “No te preocupes madre, se exactamente lo que tiene que decirme, esta noche hablaremos”
Camidla “Nikoplos, es preciso que vuelvas a casa y reposes, tu padre te podría ver y entonces...”
Nikoplos “¡Basta!, he escuchado lo necesario. Volveré a reposar”

Pero era demasiado tarde el padre de Nikoplos avanzaba enfurecido hacia el, travesando el gentío como un rayo. Había salido disparado de la carpintería al ver a su hijo cruzar la calle unos minutos antes, y lo había seguido por las serpenteantes calles del mercado hasta dar con el
Aedoris “Como te atreves a salir a la calle… ¡Me avergüenza que te vean en publico!”
Nikoplos “Padre baja la voz, hice lo que creí conveniente”
Aedoris “Si crees que es conveniente traer a esta ciudad a un asesino para que mi propio hijo se transforme en un carnicero, as perdido el juicio Nikoplos”
Nikoplos “Soy un Mirmidón padre, ¿acaso no hay mas gloria para un padre que poseer un hijo con tales facultades?
Aedoris “Tu ya no eres mi hijo… márchate de aquí, no vuelvas jamás a pisar mi humilde casa de carpintero. Ahora eres un Mirmidón, y vivirás como tal. Que Akiles te de cobijo si es que quiere.”
Camidla lloraba en silencio, acababa de perder a su único hijo. Mientras Nikoplos bajaba por la calle a recoger sus pocos pertrechos, lagrimas de rabia cruzaban la cara de Aedoris como un relámpago de nacar.