La máscara no se apoyaba del todo bien en el suelo. La sonrisa grotesca seguia en su sitio y los recovecos no formaban una buena base de apoyo, con lo que la cabeza de Thremetas se bamboleó algunas veces, ya inerte, bajo la mirada ausentes de su hija.
"Padre..." lo llamó Arianna. Se acuclilló junto a él y comprobó que estaba muerto. Tenía los ojos dolorosamente secos. "Me he quedado sola" sentenció.
Estaba sola incluso de la forma más inmediata. Thremetas la había traído al teatro cuando éste estaba vacío, y desde el foso de la orquesta Arianna se había entretenido viendo ensayar a su padre. Había llegado hasta allí tapada y acompañada por un hombre, como correspondía a una mujer decente, pero ahora tendría que volver en solitario. No estaba bien visto.
Sin embargo, salir y pedir ayuda no podía exponerla a las críticas, ¿o sí?. De todas formas no le quedaba otra opción. Quizá ni siquiera se planteó todo esto. Simplemente, corrió hacia el Ágora.