Accidente en las dunas ((LIBRE))

Nefertari llevaba unas horas paseando en carro de caballos por el desierto con sus escoltas cuando de pronto, el viento empezó a levantar la arena del suelo.

“Majestad” dijo el capitán “sería mejor que volviéramos cuanto antes.”sugirió.
Nefertari asintió con la cabeza y dieron media vuelta. Pocos segundos después, la arena se levantaba ya varios metros por encima de sus cabezas. Apenas podían abrir los ojos y los granos entraban en la boca haciendo casi imposible respirar.
El caos se apoderó de todos, se oían voces por todos lados, ninguna decía nada en claro. Los caballos estaban aturdidos y los de la joven reina empezaron a correr desbocados. En un gesto brusco del carruaje, Nefertari perdió el equilibrio y cayó al suelo. Se dio un fuerte golpe en la cabeza y… nada.

No veía nada. No oía nada. Estaba inconsciente.
Al cabo de un rato, la joven abrió los ojos. Estaba tumbada en la arena, boca arriba. El sol le daba en la cara así que hizo una ligera mueca y trató de sentarse.
Todo estaba en calma. Demasiado. No había rastro de los soldados ni de los caballos ni del carruaje.
Nefertari miró a su alrededor algo confusa. Conocía bien el desierto, pero no tenía ni idea de donde estaba. Trató de ponerse en pie, lo consiguió a la segunda. Le dolía a horrores la cabeza. Se tocó la frente instintivamente y descubrió que tenía un corte en la sien izquierda.

-Tranquila. Te estarán buscando. No debes perder la calma.-se auto-convencía la chica.
- ¿Cuanto rato habrá pasado?- preguntó para sus adentros.
Miró hacia arriba. El sol estaba justo encima de su cabeza. Sabía que salieron de palacio al amanecer y que no llevaban más de dos horas cuando sucedió el incidente.
Se miró a sí misma. Estaba intacta, salvo por lo de la frente. No tenía nada roto solo le dolía un poco el brazo izquierdo, pero nada serio.

Mientras pensaba en si debía quedarse donde estaba o ir en busca de algo o alguien, divisó algo a lo lejos. Parecía un oasis.
Creía que no había oasis por la zona, pero la sed le pudo, no perdía nada.
Empezó a andar. Seguía algo aturdida pero al poco rato vio lo que realmente parecía un oasis.
Se acercó corriendo y se arrodilló al lado del agua y empezó a beber.

((gracias x el consejo :P))

Nefertari se lavó el corte con agua y los rasguños también.
Oyó una voz a sus espaldas y se sobresaltó. Al girarse vio a un hombre con una espada en la mano. La joven se puso en pie y tomándolo por soldado exclamó:
“¡Gracias a los dioses que me has encontrado! Temía lo peor.”

Se paró a pensar que las ropas del joven estaban mucho más limpias que las suyas, así que seguramente que no era uno de los soldados que la acompañaba. Dio por sentado que como habían pasado tantas horas, el capitán de la guardia habría vuelto a palacio a por mas soldados que lo ayudaran a rastrear el desierto.

Nefertari estaba extrañamente sonriente. No acostumbraba a reír delante de nadie que no fueran o su hermana o su tía o su consejero personal. Pero no era para menos, le acababan de salvar la vida.

“¿Dónde estamos? Estoy algo confusa, no recuerdo este oasis… y…” empezó a decir.
Quizás era el saber que ya no corría ningún peligro, pero de repente, se dio cuenta de lo cansada, aturdida y mareada que estaba.

“Creo que no me encuentro muy bien” dijo llevándose una mano a la cabeza.
“Deberíamos volver cuanto antes a que me vea un médico…” sugirió la reina.

La reina escuchó con atención las indicaciones del joven. Empezaba a situarse. Creía que sabía más o menos donde estaba.

Parpadeó varias veces cuando él le preguntó de donde era. Al parecer lo había tomado por soldado por error. En ese caso quizás se tratara de un noble, ya que las ropas que vestía eran de buena calidad. Aún así le extrañó que siendo noble, no la reconociera, pero pensó que quizás sería interesante ver como la trataría si pensaba que era una simple criada.

“Vivo en palacio. Soy… una de las criadas personales de la reina.” Mintió con absoluta confianza en sí misma.

De pronto el chico la cogió por la cintura para ayudarla a subir, pero Nefertari le dio un bofetón sin pensarlo dos veces.

“¿Quién te crees que eres?” dijo con indignación.
“No necesito tu ayuda, se perfectamente donde estoy.” Mintió cruzando los brazos.
“Y no necesito a ningún médico. Puedes irte” Dijo con su altivo comportamiento habitual.

Nefertari, pensó que, si estaba donde creía, el palacio estaba a varias horas a caballo, y seguramente a varios días a pie. Así que decidió que necesitaba que la llevara.

“Pero como soy misericordiosa, puedes pedirme perdón si quieres.” Dijo en tono concesivo clavando sus ojos en los del joven. Sabía que ese no era el modo apropiado de pedir las cosas, pero estaba sumamente indignada.

-Sabía que debía haberle dicho desde un principio quien era...-pensó Nefertai al ver los problemas que le había traído su falsa identidad.

“Subiré al caballo.” dijo casi como si fuera una orden. “Pero sé subir sola.” indicó mirando al noble de reojo como si le transmitiera más con la mirada que con la voz.
Nefertari subió al caballo sin problema y esperó a que el joven hiciera lo mismo.
Seguía tratando de recordar si lo había visto alguna vez en los banquetes, pero siempre había tanta gente que le era imposible recordar las caras de todos. Necesitaba el nombre.

“Oh, y por cierto, que seáis noble no os da derecho a tratar a una dama de este modo tan irrespetuoso. Además, tampoco debéis de ser muy importante cuando yo que vivo en palacio y estoy presente en los banquetes, no os he visto nunca.” dijo Nefertari en tono algo desafiante.

Sabía que diciendo eso cualquier noble se molestaría y expondría casi todo su árbol genealógico con tal de hacer callar a quien parecía una simple criada. Y eso era lo que quería. Obviamente, ella no tenía intención de revelar su nombre hasta llegar a palacio.
Para sus adentros pensó en si todos los nobles egipcios actuarían así si se encontraran con una criada en medio de la nada con tanto carácter como ella.

“Sed.” repitió ella con interés. Sorprendentemente, seguía sin recordarlo.
Cogió las rendas y guió al animal por donde el joven le indicaba. Sonrió al escuchar lo que él le decía sobre la canción. Lo miró de reojo, tenía los ojos cerrados. Escuchó el viento soplando, acariciando la arena del desierto. Había oído miles de veces ese ruido, pero nunca lo había escuchado.

“Lo siento. Pero no estoy acostumbrada a dirigir a estos animales “mintió”y sin pretenderlo he hecho que corriera demasiado.” Dijo Nefertari.

“Quizás querrías coger tú las riendas” dio tendiéndoselas. Sabía que debía de parecer extraño que una sirvienta supiera montar a caballo, pero esperó que su acompañante no se hubiera percatado de ello.

Tenía curiosidad sobre la historia del noble.
“Dime, qué es lo que pasó con tu padre? Si puedo saberlo, claro.” Inquirió ella con interés. Le parecía curioso el hecho de que no presumiera de su titulo, como la mayoría de nobles que hablaban con ella en los banquetes. A excepción de unas pocas personas, las demás resultaban francamente aburridas en los banquetes y reuniones. Su tía llevaba años tratando de que se decidiera por un noble y éstos no perdían la ocasión de fanfarronear y presumir delante de ella para impresionarla, cosa que ni mucho menos conseguían.

Nefertari escuchó la historia con atención. No pudo evitar sentir un poco de tristeza. Se enfadó consigo misma por haber juzgado tan mal al joven en un principio.
“No te merece.” Dijo refiriéndose a su padre. “No tiene ningún derecho a tratarte así.”

“¿Mi historia?” preguntó algo sorprendida. Nadie nunca se había interesado por su historia, claro que todos la conocían, pero nadie le había preguntado nunca por sus penas y alegrías.

“Digamos que nací con obligaciones y trato de cumplirlas… Mis padres murieron cuando era pequeña y desde entonces tanto yo como mi hermana vivimos con mi tía. Es una mujer muy estricta y a veces siento como si no fuera más que una pieza de un juego de mesa… Mi hermana, por su parte es algo inmadura e irresponsable, pero es muy buena chica y es una de las personas más importantes para mí. A veces me gustaría que la gente se acercara a mi por algo más que…” dijo Nefertari. Justo antes de cometer un error rectificó. “que… que les sirva. Es decir, soy más que una condición. Y trato de ser perfecta pero a veces todo se desmorona y siento como si mi padre no se sintiera orgulloso. Muchos me acusan de tener una vida fácil pero tengo tantas responsabilidades que me siento como si estuviera en la cuerda floja.” Concluyó.

Nunca había hecho un resumen de su vida, pero se sentía mejor ahora que había dicho las cosas en voz alta. Sabía que el chico no entendería nada, ya que ahora que lo pensaba era algo ilógico que una criada se sintiera así, pero daba igual, solo necesitaba que la escuchara, nada más.

“Sinceramente, no esperaba que me dieras una respuesta tan buena” dijo la joven.
“Esperaba que me escucharas sin entender nada, quizás incluso sin mucho interés. Pero no creo que nadie hubiera podido expresar mejor lo que necesitaba oír. Y yo también creo que no nos hemos conocido por casualidad.” concluyó clavando su mirada en la pupila del joven. Sentía como si lo conociera de siempre, como si hubieran hablado de cualquier cosa durante muchos años de amistad.

“no puedo negarle algo así a quien me ha salvado la vida.” contestó con su particular tono solemne. “Quizás mañana vuelva al oasis.” dijo casi susurrando.
No creía lo que acababa de hacer. Al día siguiente tenía que atender al consejo y hablar de los temas más importantes para Egipto, cada dos lunas siempre se había celebrado la reunión y ahora ella se la iba a saltar para ir a hablar con un casi-desconocido casi-amigo de toda la vida.

Nefertari observó la puesta de sol. El astro rey bajaba con rapidez y cuando sólo se veían los rayos de luz de éste la reina reparó en un nuevo problema.

“Nos quedaremos sin luz. Podemos perdernos. Bajan las temperaturas. Estamos a veinte o treinta minutos de palacio, es zona de ladrones.” Dijo enumerando todo lo que se complicaba.
“Debemos ir más deprisa o no llegaremos” dijo preocupada.
Había oído cientos de historias sobre los sanguinarios ladrones de la zona y no quería saber si lo que se decía era cierto o falso.

La monarca agarró la mano de Sed con fuerza. Estaba asustada. De pronto una daga se clavó en el hombro de su amigo y éste gritó de dolor.
El caballo, asustado, quizás por el peligro o por el grito de su amo, se puso en pie y los dos jóvenes cayeron al suelo.
Los bandidos no tardaron en rodearles, eran siete.
Nefertari miró asustada a su amigo, estaba herido. No tenían caballo, estaban en desigualdad de condiciones. No pintaba nada bien.

“Mirad, parece que los nobles saben buscarse bien las fulanas” dijo uno mirando a Nefertari con una sonrisa malvada. “A él matadle. La chica es para mí” El ladrón se acercó a la joven sin percatarse de que tenía una daga. Ella no dudó un momento y con un gesto rápido le hizo un corte profundo en la mejilla derecha.

“Maldita…”gritó el ladrón abalanzándose sobre ella. Gracias a los dioses, Nefertari había recibido varias clases del capitán de la guardia y supo esquivarlo. Antes de darse cuenta, otro la había agarrado por la espalda, inmovilizándola.
“Quieta o juro que te mataré.” dijo el que la sostenía, que la amenazaba no una daga en el cuello.
Nefertari se quedó quieta, y se dio cuenta de que en algún momento la daga se le había caído.
Buscó con la mirada los ojos de Sed.

Nefertari se asustó. Sed no estaba. Quizás había escapado, salvando la vida. No pudo evitar sentir una mezcla de alegría y odio. Pero enseguida las manos que la retenían con fuerza se aflojaron, y la daga que la amenazaba caía al suelo. La joven se dio la vuelta y vió a Sed. Sonrió. No solo estaba bien sino que además no la había abandonado.

Observó casi sin moverse como el joven mataba a otro ladrón, luego reaccionó. Se agachó a recoger la daga que antes la amenazaba entonces él de cogió la mano.
No sabía que decirle, pero le obedeció, le miró a los ojos, a lo más profundo de su ser.
Sed atacó a otro ladrón y la reina le clavó la daga en el brazo a otro malhechor para desarmarlo y le lanzó la daga a la espalda cuando trataba de huir. Pronto todo quedó en silencio. Era un paisaje extraño. Más de media docena de cuerpos en el suelo, todos ellos vestidos con colores oscuros y sus ropas manchadas de sangre y en pie, en medio de todo aquello los dos jóvenes.

Nefertari corrió hacia Sed y lo abrazó.
“Lo siento.” Dijo llorando. “¿estás bien?” preguntó examinando su herida. Cogió una capa de uno de los cadáveres que yacían en el suelo y la rasgó para hacer unas vendas.
“Estás perdiendo mucha sangre. Intentaré parar la hemorragia” dijo apretando las vendas. Volvió a mirar a Sed a los ojos del mismo modo que había hecho antes.

“Lo siento.” Repitió. “si yo no hubiera estado aquí hubieras podido huir. Si no te hubieras distraído dándome la daga, la habrías podido esquivar. Perdóname.” Dijo abrazándolo de nuevo.
Se sentía culpable de lo ocurrido.

“También siento haberte mentido. Debí decirte desde un principio quien era. Te ruego que no te enfades conmigo.” Dijo la reina. Era la primera vez en su vida que hablaba con tanta humildad.
“Soy Nefertari. Soberana del Alto y Bajo Egipto. Te has portado muy bien conmigo mientras que yo solo te he dado problemas… No sé como disculparme.” Explicó.

Un ruido en la oscuridad llamó su atención. Caballos. Eran los caballos de los ladrones.
Fue a buscar uno y se subió a él.
“Sube” le dijo a Sed tendiéndole la mano para ayudarle a subir.

Nefertari parpadeó repetidas veces, sin terminar de entenderlo.
“Sed, me has defendido por mi persona, porque mi vida, independientemente de mi título, tiene valor. La corona no cambia nada. No me veías como la reina, sino como una persona a quien, si el sentimiento era mutuo, respetabas y apreciabas.” dijo ella.
No sabía si se había expresado bien. Pero seguía mirando de modo interrogante al joven.

“Me has salvado… dos veces. No me has ofendido. Todo lo contrario. Me ofendes ahora, tratándome como si fuera de otro mundo, de un modo tan frio…”dijo sin quitarle los ojos de encima.

Nefertari se acercó con el caballo al caballo de Sed. “¿Qué hay del hombre al que abofeteé hace apenas unas horas?”dijo con una sonrisa al recordarlo.
“Soy yo quien debería inclinarse ante ti… “dijo al ver que el joven agachaba la cabeza. “Te recuerdo que lo de mañana en el oasis sigue en pie” dijo casi susurrando.

Nefertari miró la herida de Sed. “¿Estas seguro de que puedes llevar al caballo con la herida?”peguntó preocupada.

Sed cayó del caballo y Nefertari bajó del suyo y se arrodilló en la arena al lado del chico.
“¡Sed!¿estás bien? Tienes que evitar quedarte dormido. “dijo mientras apretaba su mano con fuerza.

Nefertari escuchó sonriente sus palabras, pero la sonrisa se borró cuando cerró los ojos.
“¡Por favor, abre los ojos!” dijo abrazándolo. Entonces se oyeron unos caballos y luego unas voces.

“¡Aquí!”gritó la reina en medio de la oscuridad para que la localizaran.
“Majestad, estas cubierta de sangre. ¿Qué te ha…?”Empezó a preguntar uno de los guardias de palacio. Se vio interrumpido por la joven.

“Un medico. Necesita un médico. Debemos llevarlo a palacio cuanto antes.” ordenó sin soltarle la mano.
Los soldados se miraron aturdidos, no sabían quien era ese hombre y porqué debían hacerse cargo de él. Aún así obedecieron y lo subieron a un caballo.

Nefertari subió al del ladrón y se puso en cabeza del pelotón, marcando la velocidad, yendo tan deprisa como los caballos permitían.

“hemos oído el ruido de una pelea…”dijo el capitán, quien seguía sin entender nada.
“Nos han atacado unos ladrones. Él me defendió con su vida.” Dijo concentrada en la velocidad.
No tardaron en entrar en la ciudad y tras recorrer unas calles, llegaron a palacio.

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