El juicio ((Privado con Hatneferet y Sed))

Nefertari llevabab todo el día atendiendo casos de justicia.
“¿Y no sería mejor que compartieran el terreno para pasturar que no dividirlo con vallas? Es un terreno muy fértil y no veo porque no podría alimentar a dos rebaños. “dijo masajeándose la sienes.
“¿Y que hay del ganado? ¿Y si se mezcla?” Preguntó uno de los pastores después de haber revisado la sugerencia de la reina.
“Por los dioses… tan sólo tenéis que marcarlos con símbolos distintos.” dijo la reina bastante agotada.

Los dos pastores asintieron y al poco rato la discusión era ya sólo un recuerdo y salieron de la sala.
Nefertari se giró hacia uno de sus consejeros.
“De verdad era necesario que atendiera personalmente este caso?”Preguntó Nefertari
“Majestad, ningún juez sabía que hacer… si dividían el terreno ninguno de los dos tenía suficiente espacio y…” empezó a explicar
Nefertari hizo un gesto para darle a entender que era suficiente. No quería volver a oír la historia de ese par…

Nefertari miró por la ventana, el sol estaba en lo alto. La joven ansiaba que el sol empezara a bajar por el horizonte para poder ir a ver a Sed, como cada tarde.

“El hombre está acusado de atentar contra la dignidad de la princesa Hatneferet Merytra, la amada de Ra.” Dijo el consejero encargado de anunciar los casos.
“¿mi hermana? Por Isis… ¿está bien?”Preguntó la reina preocupada
“Sí, está bien.” Dijo un tercer consejero.
“¿Acaso necesita juicio alguien que le ha hecho algo a mi hermana? Ni siquiera hay que pensar la condena: pena capital” dijo Nefertari pensando en su hermana.
Aún así sabía que todos los ciudadanos tenían el derecho de un juicio. Le indicó a un guardia que pasaran.

La primera en entrar fue su hermana. Nefertari se levantó y fue hacia ella para abrazarla.
“¿Estás bien? No te preocupes, me encargaré de él.” dijo acariciándole el pelo.

La reina miró hacia la puerta. Sed. Estuvo a punto de recordarle que estaba trabajando y que se verían esa tarde, pero estaba maniatado, lo llevaban dos guardias de los brazos, como a un criminal.

Nefertari se echó para tras para quedar apoyada en la mesa. Les miró a los dos.
Los guardias y los consejeros conocían su relación con Sed y la miraban un tanto aturdidos.
“Fuera.” les dijo a los consejeros y a los guardias.
“Todos. Quiero quedarme a solas con ellos.” dijo mirándoles, interrogativa. Esperó a que todos hubieran salido para dirigirse a su hermana.

“¿Qué ha pasado?” preguntó.
Suponía que su hermana no sabía nada de Sed y ella.

Nefertari miró a su hermana y luego a Sed, algo confusa, sin terminar de entender qué era lo que sucedía.
“Hay muchos modos de… atentar contra la dignidad de alguien: un insulto, una falta de respeto…”dijo la reina, pidiendo una explicación más clara.

Justo antes de que su hermana respondiera entró su tía, con una expresión amarga en el rostro. Miró con furia a su sobrina más joven y se dirigió hacia a ella para propinarle un bofetón con la mano derecha.
Nefertari se sobresaltó, su tía nunca había hecho eso.
“Te he criado desde que tenías cuatro años, cuando tu madre murió… ¡Si viera ella esto! He procurado cuidarte como una hija y darte la mejor educación posible… y al final terminas…. Dándote al primero que pasa…” dijo la mujer con rabia en la mirada.

“Mañana irás a Tebas… tu presencia aquí hace daño a tu hermana” dijo la tía.
Nefertari estaba atónita, miraba boquiabierta la situación, como si fuera una mera espectadora. Su hermana salió de la sala llorando y la mujer hizo el ademán de ir a abrazar a Nefertari.
“Vete.” Ordenó con la voz rota. “Quiero hablar con él.” Dijo mirando a Sed, con los ojos llenos de lágrimas.
Su tía se quedó quieta unos instantes. Asintió levemente con la cabeza y salió de la habitación, se dirigió hacia la habitación de la princesa para seguir recriminándole lo que había hecho.
Nefertari estuvo unos minutos en silencio, tratando de contener las lágrimas, mirando a Sed. Una mezcla de sentimientos brotaba en su interior. Aún no se lo creía, parecía una pesadilla. Aquello no podía estar pasando…

“Podías… podías haberme dicho que estabas enamorado de mi hermana antes de jugar conmigo ¿No crees?” dijo cuando no pudo contener más las lágrimas.
Pensó en todas las tardes que habían pasado desde lo del oasis, ¿había sido todo eso una mentira? Pensó en su hermana, estaba muy enfadada con ella, luego pensó en Sed. Era difícil concentrarse en uno de los dos, el rencor hacia ambos era tan fuerte que si no hubiera sido porque su hermana no estaba allí no hubiera sabido con quien empezar.

“Nunca pensé que serías de esta clase de hombres…” dijo la reina. “yo pensaba que tú… que estúpida que he sido…”

((Nota: he usado al Hatneferet con el permiso de la roleadora, que ahora mismo está muy ocupada con la uni… ánimo con los exámenes y trabajos *sacando su equipo de animadora y brincando* XD))

A cada palabra pronunciada por Sed, se le resquebrajaba más el alma.
“No creo que la obligaras… pero si que la convencieras con vacía palabrería, como intentas hacer ahora conmigo. Tratas de implorar perdón con tu habilidad de palabra, intentas salir de esta con un par de frases bonitas…”dijo la reina llena de decepción y rencor.

“Pero se ha acabado, no volveré a dejarme engañar por ti. ¡¿Cómo me he dejado?! ¿Cómo he podido creer durante todo este tiempo que realmente me querías?”preguntó más a si misma que al joven.
- Mi tía tiene razón… primero el matrimonio, luego ya vendrá el cariño y puede que hasta el amor- pensó la chica. Llevaba años negándose a casarse, rehusando a jóvenes nobles que venían a pedir su mano. La idea de seguir el plan de su tía y casarse con alguien que aportara riqueza, tierras, poder o que ayudara a las relaciones con otros países, pasó por su cabeza por un segundo. La idea quedó ahí retenida, pero en esos momentos no pensaba en eso. Pensaba en lo traicionada que se sentía.

“No creo que me ames” dijo apartando la vista de él. “no eres el único que se ha acercado a mi en busca de beneficios…”
¿era sólo eso? ¿Dinero y poder? No sería tan extraño que alguien se acercara a ella para conseguirlo, es más, varios lo habían intentado, pero, ¿era Sed uno de ellos?

Las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas, tenía un nudo en la garganta y otro en el estómago. Temblaba, tenía frío y se sentía increíblemente sola; las dos personas en las que más confiaba, a las que más quería, la habían traicionado.

“No dijiste nada… pudiste habérmelo dicho… si realmente fue antes de conocerme, podías habérmelo dicho, luego no fue antes… ¿verdad?” dijo Nefertari.
Tenía lógica. Pensó que quizás se habían conocido en el palacio, por casualidad y que habían decidido ocultarle lo que había pasado ¿o lo que estaba pasando?

“¿Cómo sé que me quieres? No me lo has demostrado… seguro que estás enamorado de ella… Me has hecho daño, me has insultado, te has mofado de mis sentimientos y has jugado conmigo. ¿es esto lo que entiendes tú por demostración de amor?” dijo Nefertari dándose la vuelta para apoyar las manos en la mesa, para aguantarse. Le temblaban las piernas, sentía una fuerte opresión en el pecho. El nudo de la garganta casi le dolía.

Las palabras de Sed llegaron al alma de la joven, pero pronto recordó que había hecho y la ternura momentánea desapareció.
Cuando le pidió que la mirara no se movió, siguió de espaldas a él. No iba a mirarlo a los ojos, eso sólo le haría daño. Sabía que era lo que debía hacer y eso haría.

“La ley es clara en estos casos” dijo en tono solemne, hablando esta vez como jueza, no como mujer. “La pena capital se llevará a cabo al amanecer” dijo Nefertari elevando la mirada hacia el techo, rezando a los dioses para que le dieran fuerzas para hacer lo que debía, no lo que quería.
La joven, secándose las lágrimas, se dirigió a la puerta y antes de abrirla se quedó quieta. Había algo que quería decirle.
“Si te sirve de consuelo, mi ejecución se ha producido cuando habéis entrado a esta sala. Que los dioses te perdonen lo que yo no puedo.”

Nefertari abrió la puerta y le dijo a su consejero que la ejecución, tal y como habría sido si el acusado hubiera sido cualquier otro, sería al salir el sol.
Nefertari fue a su habitación, ya se había puesto el sol, habían estado más rato del que creía en esa sala.
Se echó en la cama y estuvo llorando casi toda la noche. Sabía que como reina había obrado bien. ¿pero como la amada de Sed? Esa era una parte de ella: ella era quien amaba a Sed, también era la reina, también la jueza… Siempre había tenido muy claro que el deber era lo primero, ¿pero que deber debía seguir? ¿el deber que tenía como mujer? ¿el deber que tenía como reina?

No estaba segura de qué hora era, llevaba mucho rato llorando en su cama, sin encontrar consuelo a nada. Se levantó, salió de su habitación sin hacer ruido y recorrió los pasillos del palacio. Todo estaba en silencio, la luna era su única fuente de luz. Terminó llegando a los calabozos. Los guardias la miraron sorprendidos.

“Abrid” ordenó con la voz débil.
Los guardias obedecieron. Abrieron la puerta de la celda del joven mientras se miraban extrañados.
“Ha habido una confusión, esta tarde os han dado por error el día libre. La celda se ha quedado sin vigilancia toda la noche por este error burocrático. La cerradura estaba mal cerrada y no entrará nadie aquí hasta mañana al amanecer. ¿Me explico?” les dijo la reina.

Los guardias entendieron que era lo que tenían que decir al día siguiente. No iban a cuestionar una orden tan directa. Se fueron haciendo el mínimo de ruido posible, dejando solos a la pareja.

“Fuera hay caballos. Son rápidos y mañana al amanecer ya estarás lejos de aquí… Creo que lo mejor es que te vayas.” explicó la chica susurrando para no ser oída por nadie.
“Pese a lo que me has hecho no quiero que te pase nada malo. Creo que si te vas todo se solucionará solo… tú encontrarás a alguien y Hatneferet y yo haremos las paces, somos hermanas… todos estaremos contentos dentro de poco…”dijo conteniendo el llanto.

Nefertari negó con la cabeza cuando Sed dijo que volvería a por ella. Sabía que las posibilidades eran pocas, que ya era mucho que se le perdonara la vida.
De pronto sus labios se unieron en su suave beso. Parecía que por las circunstancias el beso tuviera que ser corto, pero fue seguramente el beso más lago que se habían dado. Ambos sabían que quizás no volverían a verse en mucho tiempo, querían disfrutar cada segundo del beso, cada instante junto al otro.
Todo estaba ocurriendo muy deprisa, le pareció que al instante siguiente del beso estaban en los jardines, cerca de las cuadras, delante de los dos caballos. Sed la rodeó con sus brazos, abrazándola con fuerza, como si no quisiera separarse de ella. En ese momento Nefertari pensó en su hermana, y en como, seguramente, la habría abrazado de un modo muy parecido. Al separarse de él sintió el impulso de darle un bofetón y así lo hizo.

Las palabras de Sed calaron hondo en la reina. Nunca nadie le había dicho algo tan bonito, le dio un beso en la mejilla del bofetón y lo abrazó.
Antes de que se diera cuenta, el joven se alejaba en la oscuridad de la noche. Estuvo mirando hacia él, hasta después de haberlo perdido de vista, hasta que no dejó de oír el ruido de los caballos a lo lejos.
Entró en el palacio, se dirigió hacia su habitación, arrastrando los pies y con la cabeza agachada. Era una imagen muy distinta de la que solía ofrecer. Entró en su despacho y cogió unos papeles que había encima de la mesa. Parecía un fantasma deambulando por los pasillos del palacio.

Una vez en su habitación se tumbó en la cama y abrazó a un almohadón mientras seguía llorando desconsoladamente.
Cuando los primeros rayos de luz entraron en la sala, alguien llamó a su puerta.

“Majestad, el preso ha escapado… ¡majestad, abrid!” decía desde fuera el capitán de la guardia.
La reina se levantó y abrió la puerta.

El militar no pudo ocultar su sorpresa al ver la cara de la joven. Ofrecía un aspecto singular en ella: tenía el pelo despeinado, iba algo encorvada, sus ojos estaban hinchados y tenía ojeras, además estaba bastante pálida. Su mirada, siempre imponente, ahora estaba apagada.

“Acaban de salir en su búsqueda…” dijo el capitán.
Nefdertari abrió los ojos al escucharlo. “¿qué? No. Ti-tienen que acompañarme a Alejandría. Es importante. N-no puedo ir sin guardias… que vuelvan” dijo improvisando.
El capitán arqueó una ceja, algo confuso.

“Majestad, con todos mis respetos… un condenado a muerte es una prioridad…”dijo tratando de hacer que entrara en razón.
“Pero… debo ir.” dijo como si fuera un argumento irrefutable. “cuando volvamos ya mandaremos que lo persigan.” dijo mirando a los papeles que había sobre su cama, los que había cogido la noche anterior.
“Ya, pero el documento ha desaparecido y…”Empezó a decir el guardia.
“Es una lástima… Además NADIE recuerda su nombre o su cara… ¿verdad?”dijo dando a entender lo que había pasado.
“Nadie…” mintió el capitán. “sin embargo, creo que no es la mejor opción… ¿esta segura, alteza, de que es esto lo que quiere?” dijo hablándole como amigo más que como capitán de su guardia personal.

Nefertari se limitó a reclamar la vuelta del resto de miembros de la guardia real y volvió a cerrar la puerta.
Se preguntó cuando volvería a ver a Sed, si volvería a verlo.

[THREAD CERRADO]