Matrimonio concertado (privado)

Llevaba mucho tiempo esperando ese día. Al fin iba a lograr ascender hasta lo más alto. ¿Quién querría ser general pudiendo ser faraón?

Herihor entró en el palacio y un criado lo guió hasta una sala de reuniones, allí lo esperaba su tía.
Él sonrió al verla y la saludó con cordialidad.
“Sé que ha hecho un gran trabajo con la joven reina, desde que mi tío, tu hermano, cayó enfermo usted se ha ocupado de la educación de la heredera y de la reina, sabiendo esto, puedo entender el deseo que tiene de encontrarle un buen marido… espero estar a la altura.” dijo con falsa modestia.

Se sentó en la mesa sin que se lo indicaran y empezó a hablar mientras ojeaba la estancia.
“Sobre la dote… no se preocupe, diga una cantidad y mañana mismo la tendrá en sus manos.” Dijo el noble. A lo largo de su carrera militar había conseguido grandes logros y gracias a eso, y a la fortuna que le dejó su padre, podía permitirse la cantidad que fuera.

Sabía que le caía bien a esa mujer, siempre había sido su sobrino favorito. Era el prototipo perfecto de noble según ella: ambicioso, cordial, con las ideas claras y con una arrogancia innata.
Confiaba plenamente en esa jugada. Era sumamente sencilla: casarse con su prima, domarla (pues sabía que no era precisamente una doncella débil) y luego tener en su poder a ese imperio milenario que era Egipto. Todo iría a la perfección, había estado esperando el momento justo para conseguirlo.
Desde los catorce años su prima se dedicaba a rechazar pretendientes y a hacer caso omiso a su tía para que contrajera matrimonio, pero él había sabido esperar.

Un buen día, en una carta a su madre, su tía le explicaba que debido a cierto problema de faldas, a la joven se le había roto el corazón. En la carta, la mujer explicaba que quería conseguirle un marido para que se olvidara de aquel hombre. ‘primero el matrimonio, más tarde el amor’ decía en la carta su tía. Para Herihor era distinta esa frase: ‘primero el matrimonio, luego el poder’.

“Hace tiempo que no veo a la bella Nefertari, más de un año si no me equivoco… ¿Cómo está? ¿Le ha comentado algo querida tía sobre nuestra unión?” dijo fingiendo interés. Poco le importaba lo que pensara su prima de aquello, no era cosa de mujeres.

El semblante de Herihor se llenó de amargura al escuchar ese nombre. Recuerdos nada agradables acudían a su mente.

“Sed... le conozco. Realmente un bastardo. Un cerdo indigno hasta de los insultos de mi querida prima.” dijo mientras ese nombre daba vueltas en su cabeza.
“¡Y con las dos nada menos!”Exclamó. “Es indignante… pero dígame mi amada tía, ¿Por qué no ejecutarlo y cortar el mal de raíz?” preguntó aparentando preocupación por sus primas.

“No se preocupe, me encargaré de que todo suceda tal y como usted quiere.” dijo inclinando la cabeza a modo de señal de respeto.
Se acomodó la corona sobre su cabeza. Pensó en que le sentaba bien, que le sentaría mejor aún llegado el momento.
“Pobre Nefertari… tan inteligente que era… dejarse engatusar por un mísero y despreciable dibujante… porque no es más que eso. Un mal dibujante.” dijo apretando los puños.
Recordaba bien a Sed. Era el mejor en los entrenamientos, siempre mejor que él, siempre por delante, hasta que…
Le había pasado delante de nuevo. Se había logrado un hueco en el corazón de la joven reina, pero Herihor creía que podría deshacerse de él con facilidad.
-Él no tiene nada que ofrecerle comparado conmigo…-pensaba el noble.

“Entonces, tía, ¿piensa decirle que estamos prometidos? ¿o sería mejor que la enamorara antes? Recuerdo que era, al menos de niña, quizás demasiado soñadora y aunque muy lista y responsable, sin los pies en el suelo a veces.” dijo sin sopesar las palabras.

Tenía a Umma convencida absolutamente, pero quería que no sólo no se opusiera a su matrimonio, necesitaba que lo apoyara de verdad. Así que optó por una técnica sentimentalista.
“Debo confesar, que desde niño he estado perdidamente enamorado de Nefertari. Me hace mucha ilusión poder casarme con la que sé que es la mujer de mi vida” dijo sabiendo que con esas palabras se ganaría la confianza ciega de aquella mujer.

Herihor se dio cuenta de que su prima podía ofenderse, especialmente conociendo su temperamento. Decidió tratar de hacerse con su confianza.

“Lo que pasa…” dijo cogiéndole las manos a la reina “es que siempre he estado perdidamente enamorado de ti. Y cuando tu tía me dijo lo que ese tal Sed te había hecho… pensé que estarías destrozada… es imperdonable” dijo esto último remarcándolo.

“Fue entonces cuando pensé que necesitabas estar con alguien que te quisiera y te adorara, con alguien que quisiera protegerte… y ese soy yo.” Dijo con tono conquistador.
Siempre se le había dado bien actuar y manipular y sabía que lo estaba haciendo genial.
“Espero que no me rechaces como hiciste con los demás, porque yo no soy como los demás: yo te quiero.” Dijo con tono romántico.
Sabía que las mujeres caían siempre con palabras bien pronunciadas y miradas profundas. Se le daba bien tratar con ellas, siempre había tenido a quien había querido y esta vez no iba a ser una excepción.

Miró a su tía de reojo, pensando en que seguramente estaría sonriendo, pensando en lo bien que estaba saliendo todo.
Esperaba que su prima no se lo tomara mal, pero para ello debía meter los dedos en la llaga.
“Haceros eso a tu hermana y a ti… que acto más innoble hacia Hatneferet y cruel hacia ti”dijo acariciando su mano.
“No te mereces algo así y debes animarte porque no debes deprimirte por culpa de un sinvergüenza que no te quiere” dijo tratando de ser convincente.

Nefertari se sorprendió mucho. ¿Prometida? ¡Pero si ella amaba a Sed!
Estuvo a punto de replicar algo contra su tía cuando las manos de Herihor cogieron las suyas. Le dolía mucho tener que herirlo, pero ella quería a Sed.

Cuando dijo que Sed era un sinvergüenza sintió como si la sangre le empezara a hervir, sintió ganas de tirarle encima el vino, pero recapacitó. Lo que había hecho Sed era horrible, casi imperdonable y la verdad es que sí que podía parecer un sinvergüenza… pero había sido antes de conocerla y ella lo amaba.

La barbilla le empezó a temblar, le dolía recordar todo aquello.
“Pero yo le quiero” dijo con la voz rota.
“Lo siento mucho… de verdad, no quiero hacerte daño, pero es que le quiero”dijo tratando de ser lo más suave posible.
Sentía un nudo en la garganta.

-imperdonable- repetía su cabeza una y otra vez. ¿Realmente tan grave era? Una parte de ella le decía que había sido antes de conocerla y que un error lo tenemos todos, la otra le decía que aquello era horrible. Había utlizado a su hermana y ella se había dejado utilizar. Le había escondido lo que había ocurrido.
Empezó a llorar sin poder evitarlo. Cuando su tía se acercó se deshizo de su abrazo con un gesto. No quería casarse, pero entendía que lo habían hecho con buena intención, así que se lo repensó y abrazó a su tía, buscando consuelo para su dolor.

Pero ya lo había perdonado. Pensó en la tarde que habían pasado juntos, en las risas, en las bromas, en las conversaciones…

Sentía que quería estar con él el resto de su vida. Entendía que desde fuera Sed pareciera un hombre despreciable, pero eso era porque no conocían los detalles de la historia: como la quería, como la miraba, lo mal que lo pasaron al estar separados, lo arrepentido que estaba él…